Las
olas se rompieron formando el monstruo del sueño de una razón
cualquiera. Ni el cielo ni la tierra podrían rebajarlo. Su sombra lo
cubría todo y el miedo acechaba los pueblos y las ciudades. Lejos del
consenso cada cuál se separó del resto en búsqueda de la supervivencia y
las sociedades se disociaron quedando reducidas a un estado de nada.
Parecía obra de algún Dios, de algún diablo.
El miedo lo acechaba todo. Tormentas y temblores, gritos desesperados.
Terror. Pero el monstruo no se movió, quedó abrumado en la contemplación
de aquel alboroto. Pasó dias y noches observando, su vista alcanzaba
todo. Una noche se sentó, pero nadie se sentía tranquilo bajo el cobijo
de aquella sombra nauseabunda. Aquél Leviatán no parecía de ningun modo
inofensivo, sin embargo, pasados los días amaneció riendo con desparpajo
y volvió a las profundidades del océano. Se convirtió en tierra y
espuma. No dijo que se marchaba ni si volvería. Las personas volvieron a
sus tierras, y entonces, todo cambió. Hubo quien dejó su casa, hubo
quién la quemó. Alguno que otro declaró miedos y amores inconfesables y
más de uno zarpó insatisfecho, en búsqueda de nuevas gentes y razas. Del
polvo naciste, y en polvo te convertirás.
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